...es ese puercoespín lleno de púas y suaves pliegues. Carajo, estaba enamorado del DF. Otro amor imposible a la lista.Una ciudad para querer, para querer locamente. En arrebatos...
-Hector Belascoarán Shayne-

I Do It (homenaje gatuno a Lennon)

>> martes, 8 de diciembre de 2009

"Mi rol en la sociedad, o la de cualquier artista o poeta, es intentar expresar lo que sentimos todos. No decir a la gente cómo sentirse. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros."
"Probablemente seré baleado por algún lunático"
John Winston Ono Lennon. (1940-1980)



Mi nombre no importa, sólo importa mi historia, sólo quiero que alguien lo sepa a 29 años de que sucediera, a casi tres décadas de que murió.

Vivía en ese entonces en Brodway Avenue, esquina con The 69 street, ¿qué mejor lugar para un dramaturgo emergente y amante de las artes? Para un inmigrante mexicano joven con ansias de vivir su sueño. Sabía que él vivía en el edificio Dakota, que quedaba a unos metros caminando del sótano donde me hospedaba. Ya sabía que él vivía con Yoko y con Sean, también que salía con el pequeño a dar una vuelta por Central Park. Sabía que había dejado todo por atender a su pequeño hijo. Sabía que tenía problemas con Yoko, pero que se rehusaba a hacerlos mayores. Era una celebridad y vivíamos estúpidamente cerca, yo era un fiel seguidor de su obra, un muchacho tímido de 23 años que añoraba platicar con el hermano Lennon. Era el año de 1980.

Ese fue el invierno más crudo de toda mi estancia en New York, no había día que no saliera con el abrigo de pana y los guantes de lana. El ocho de diciembre salí para entregarle una adaptación de Emilio Carballido a un director Rumano que quería teatro mexicano en Brodway. Eugene leyó mi adaptación, sonrió y me dio la paga inicial. Con una sonrisa en los labios, satisfacción por mi trabajo, y dinero en el bolsillo camine hacia el parque central.

La tarde comenzaba, seria cerca de las tres y media cuando llegue a las afueras del edificio Dakota. No podía creer mi suerte, yo llegaba y Lennon salía del portón del edificio, aunque tal suerte no duro demasiado. Apenas asomo las gafas por el marco de la puerta, decenas de personas que estaban en los alrededores se aglomeraron en torno a él. Yo me acerque, aunque quede a unos diez metros de John. Recuerdo claramente el ultimo, si no es que el único, autógrafo que dio. Era un “Double Fantasy”, propiedad de un chico no mayor que yo, con un par de lentes enormes, sobrepeso, vestido con una chaqueta y un sombrero, características que lo hacían ver ridículo. Al acercarme más choque con este tipo, vi en sus ojos una inocencia infantil apareada con un ansia que no logre identificar, “es sólo un fan emocionado” me dije en un pensamiento. No podía estar más equivocado.

Después de chocar con aquel muchacho me acerque a la limosina sólo para ver como Lennon y Yoko se despedían de nosotros. Un poco frustrado sólo levante la mano y sonreí ligeramente. Tenía tiempo de sobra, unos dólares en el bolsillo y la disposición a hacer todo por un autógrafo de aquel ídolo. Por lo tanto, camine a un costado de Central Park hasta llegar a un local de comida cantonesa. Comí, escribí un par de cuentillos en una servilleta, escuche música, salí del lugar y camine sin rumbo a lo largo y ancho del parque…así se fueron siete horas de mi vida. Sabía que Lennon gustaba de regresar temprano a casa, para contarle un cuento a Sean y verlo dormir. Regresé al Dakota a las diez veinte de la noche.

Prendí un cigarrillo, camine en la acera del frente, siempre bajo la luz de un farol de la calle. Entonces distinguí algo entre las sombras del edificio. Era el mismo chico obeso de la tarde. En un principio su presencia me provoco inquietud, aunque después relacione su estadía con un fanatismo típico de un seguidor empedernido de John. Volví a equivocarme.

La limosina de Lennon llego al edificio a las once menos diez de la noche. Guarde la moneda con la que me entretenía en lo que él aparecía. Yoko ya había entrado al Dakota cuando yo terminaba de cruzar la calle y aquel chico salía de su escondite.

Lo que a continuación ocurrió, duro más tiempo que el que había pasado esperando para verlo. Salté a la banqueta flanqueando un parquímetro y levante la vista cuando el muchacho grito “Señor Lennon”. Vi el arma levantarse junto a su mano. Tire él cigarrillo que tenía en los labios, grité, corrí en dirección al chico de la chaqueta para evitar que disparara, muy tarde. Para cuando llegué a su lado ya había hecho dos tiros, mismos que dieron en el hombro izquierdo de John, haciendo saltar sangre al tapete de la recepción. Mi respiración se detuvo, sentí escalofríos, intente golpear al tipo (más por defensa propia que por ayudar a Lennon). Tome el arma con la mano derecha, y por equivocación metí el dedo medio en el guardamontes, entre su dedo y el gatillo. Forcejeé con él, sin pensarlo, cerré la mano para quitarle el arma. Dos ruidos sordos más rompieron el intervalo de silencio. Un tercer y cuarto disparos salieron del cañón del revolver e impactaron en el abdomen de Lennon que cayó de frente contra una ventana del edificio.

El chico (que horas más tarde sabría su nombre: Mark David Chapman), me empujo y dio un puñetazo en la boca, perdí el equilibrio y él, arrebatándome el arma, dio otro tiro que reventó una ventana del lugar. Vi a Lennon entrando a la recepción, a Chapman caminando hacia mí con la culata del arma levantada. Me levante y corrí calle abajo, sólo corrí. En unas cuantas zancadas llegue al sótano donde vivía, cerré la puerta y me desplome tras ella. Temblaba y sudaba frío, mil voces invadieron mi mente: “Asesino a su ídolo” “Lo hizo a sangre fría” “ARTISTRA BRITANICO ASESINADO POR ARTISTA MEXICANO ¿ENVIDIA?” “No es mi hermano, él no haría eso” “El chico de lentes lo intento salvar, pero al final mato a John Lennon”… Encabezados de periódicos, fotos de revistas, imágenes de amigos y familiares desfilaron por mi cabeza. No podía respirar, me arrastre hasta la mesa de centro, todo se oscureció, comenzaba a desmayarme. Mi sistema nervioso colapso junto a mi cuerpo.

Desperté a las 12:21 de la madrugada, el llanto de todo New York fue el responsable de arrancarme del profundo sueño. Salí a la calle y vi a Eugene caminando hacía mi entrada

-Mataron a Lennon hermano.

Se soltó a llorar. Sentí nauseas y ganas de correr, un miedo atroz a un linchamiento a mitad de Brodway recorría cada célula, entonces el rumano se acomodo en mi hombro y siguió llorando. Me sorprendió que no me atacara o gritara algo como “¡Aquí está el asesino!”. No me hizo falta preguntar…mucho menos declarar lo ocurrido, el director me explico todo.

-Fue un fanático de Lennon, tiene problemas psicológicos, no ha madurado, nos quito algo muy valioso. Lo espero a la entrada del Dakota y disparo cinco balas expansivas contra John, cuatro le dieron. Una destrozo su aorta, esa bala lo mato.

Sentí una paz insoportablemente inquietantante en mi, aunque mi cabeza comenzó a llenar los espacios vacios. ¿Por qué no inculparme a mí, si yo hice tres de los disparos? ¿Por qué prefirió quedarse ahí? ¿Por qué nadie me buscaba? ¿Por qué parecía qué yo no había estado ahí? La respuesta era muy simple: Chapman no estaba dispuesto a compartir su noticia con alguien más, menos aun si ese alguien más era el verdadero causante de la muerte de John Lennon.

Los días pasaron, el mundo entero estaba en luto…¡Maldita sea! ¡Hasta Jesús estaba de luto!. Mis amigos y primos me hablaron desde México para preguntarme que sabía. En cada llamada se me formaba un nudo en la garganta que me impedía hablar. El diez de diciembre quemaron su cuerpo, en la noche de ese día yo quemaba mi garganta en algún bar de mala muerte del Bronx. Seguí trabajando, seguí creciendo, y seguí bebiendo cada 8 de diciembre en su nombre…hasta el día de hoy, que cuento por primera vez que paso esa noche fría de diciembre, en la ciudad de Nueva York, entre el edificio Dakota y el Central Park.

¿Que hicieron estudios al arma y no aparecían mus huellas dactilares? Recuerda que ese invierno había sido muy crudo, que nunca me sacaba los guantes de lana ni el abrigo de pana. Que el recepcionista estaba hablando con Yoko y que la calle estaba vacía. Que Chapman buscaba protagonismo y que yo no debía estar ahí en ese momento…


Para quien no lo sepa (que espero no sean muchos) hoy se cumplen 29 años del deceso de John Lennon a manos de David Chapman. Este es una especie de homenaje realmente extraño, con mi firma incluida, espero les guste, y una aclaración importante: ESTO NO FUE LO QUE OCURRIO. Sin más por el momento, me retiro.

1 comentarios:

Anónimo 8 de diciembre de 2009, 15:05  

muy bueno me encanta como puedes mesclar esta fantasía con la realidad los hechos se confunden con lo que tu planeaste aa que buena historia me encanta esta amalgama de hechos como siempre eres excelso XD TE QUIERO att tessa/teresa

Visitantes de otra jungla

Welcome To the Jungle

  © Blogger templates Romantico by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP