Anticuerpo.
>> domingo, 23 de enero de 2011
Procuro no participar en las conversaciones privadas que mantienen entre sí los doctores para los que trabajo, pero dada la estrechez del lugar tampoco puedo evitar escuchar lo que dicen.
La charla de ese día versaba sobre enfermedades, de virus y de fármacos raros. Dado su alto conocimiento técnico (Cinco doctorados, quince artículos publicados en revistas nacionales y uno en Science, en total) apenas conseguí entender palabras sueltas: plaquetas, hematíes, rinovirus, anticuerpos…
Anticuerpos…anticuerpos…‘curiosa palabra’, pensé. Anti, prefijo que significa “en lugar de”, o “contra de”, seguido del lexema “cuerpo”. Sumados, compondrían algo así como “en lugar del cuerpo”, o “contra el cuerpo” (no olvido las lecciones de Latín en CCH después de todo).
¿Contra el cuerpo? ¿qué puede haber contrario al cuerpo? Sé de gente acomplejada con su físico, que no le gusta, lo rechaza o lo hace mutar a base de dinero, bisturís y comidas reducidas. En tales casos, podría decirse que la mente estaría en contra del propio cuerpo. Que el anticuerpo sería, esencialmente, su cabeza.
Pero también, si a mí me dieran a elegir, “en lugar de” mi cuerpo prefiero su cuerpo. Disfruto más de su piel que de la mía. Sus curvas, sus poros, su vientre, sus pechos, su cuello… ¿Sería ella mi anticuerpo?
Nada más tomar un descanso del trabajo, le llame.
- Eres mí anticuerpo - le dije. Y colgué.
Minutos después recibí un mensaje de texto suyo:
“No he podido evitar encerrarme en un baño del colegio para tocarme tu anticuerpo mientras pienso en ti”.
Sonreí y volví al laboratorio, esperando escuchar otra palabra que me inspirará un nuevo sustantivo para dedicarle a ella.