...es ese puercoespín lleno de púas y suaves pliegues. Carajo, estaba enamorado del DF. Otro amor imposible a la lista.Una ciudad para querer, para querer locamente. En arrebatos...
-Hector Belascoarán Shayne-

>> domingo, 22 de noviembre de 2009

Historia clínica 289704
Varón, 1.67, 17 años, que presenta un cuadro relevante de fatiga, dolores abdominales, dolor de cabeza, fiebre, somnolencia y nauseas. Internado en la unidad médica no. 324, el día 17 del mes de octubre 2009 a las 17:00 horas. Se le hicieron estudios generales de los que se obtuvieron resultados normales. Se pensó en un cuadro de somatización, mismo que fue descartado por la unidad de psiquiatría del hospital. Hasta el momento, su diagnostico sigue pendiente, se han tomado las medidas necesarias para su aislamiento y se le suministran antibióticos de alto espectro, para contraatacar las múltiples infecciones que su organismo presenta.


¿Te das cuenta de esto? Es estúpido, no tiene lógica, y mucho menos ciencia. Solo estoy bien a tu lado, solo tus caricias me alivian, solo tus manos me curan.

¡Es insoportable!

Los médicos no se lo explican aun, ni si quera especialistas extranjeros han dado con mi “enfermedad”, Toneladas de medicamentos he tomado, litros de sueros han recorrido mis venas, semanas he pasado enclaustrado en la cama de un hospital… y en lugar de mejorarme empeoro. Adelgazo, palidezco, me desmayo…he necesitado tres reanimaciones en el último mes para seguir caminando entre los mortales. Y en cada desvarío, en cada crisis, en cada desmayo…estás tú, y tu piel, y tus ojos, y tus labios…¿Y cómo poder olvidarme de tu nombre? Si es lo último que pronuncio antes de caer al suelo; o estando ya tirado en el frio mármol, rodeado de sangre y soluciones. Según el psiquiatra es un caso extraño, que no cuadra…como si el no supiera que por regla no concuerda, como si él no hubiera chocado contra algo fijo por culpa del recuerdo de alguien.

Y es aun más raro que siempre mejore después de tus llamadas, de tus cartas, de tus mensajes…en la última ocasión, en veinte minutos hiciste lo que los doctores no lograron en tres semanas: sacarme de esa maldita unidad médica. Recuerdo la cara del doctor Valdivia en la cita siguiente, cuando en el chequeo valoraron mi estado: perfecto. Peso, color, hemoglobina, glóbulos blancos, potasio, todo, dentro de la norma que demarca salud. Pero el cirujano no sabía de tu visita el día anterior, ni del olor dulce de tu cabello, ni del delicado roce de tu piel, y tampoco de aquel masaje después de quitarme la camisa… ¿Sería lo correcto decirlo? No lo creo.

Ahora (mientras termino de escribir esto), solo espero que salgas, que hablemos y caminemos sin rumbo fijo, para poder deleitarme con el coctel de narcóticos que es para mí tu cuerpo. La Morfina propia tu piel, el Cloranfenicol de tu cabellera negra, la Mirtazapina de tus palabras, la Dihidrocodeinona de tus labios, la Naloxona de tus piernas cuando duermo sobre ellas, la Tetraciclina que encuentro en tu cuello al momento de morderlo, las Sulfonamidas que tus uñas inyectan en mi piel cuando rasguñas, las Anfetaminas de tu cuerpo cuando el ultimo trozo de tela cae y las luces mueren…

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