...es ese puercoespín lleno de púas y suaves pliegues. Carajo, estaba enamorado del DF. Otro amor imposible a la lista.Una ciudad para querer, para querer locamente. En arrebatos...
-Hector Belascoarán Shayne-

Llueve (en mi cabeza lo hace)

>> sábado, 9 de enero de 2010

Llueve. Se forma un cuello de botella, las llantas de los autos se extrangulan contra el cemento, las manos de los conductores lo hacen contra los volantes y pierden la ronda. Sigue lloviendo.

No puedo moverme pero la lluvia se mueve, me mueve por dentro sin mojarme por fuera del interior de este auto: La lluvia cae, mi piel seca y mis adentros encharcados, ¿alguien puede explicármelo?¿ Es cómo la ley de los vasos comunicantes pero entre mis Nike y el hule del tapete?, ¿no? es eso, ¿verdad?

Acciono el limpia-parabrisas y trago a la vez. La lluvia está fría y duele al pasar por la garganta. Las gotas no se mezclan al juntarse (como si fuesen “aguas distintas”, violadoras de la lógica de los enlaces), no, sólo chocan entre ellas como si fueran de cristal, y algunas se rompen, sí, y me desgarran la tráquea y la sangre me ahoga, no puedo respirar, ¿quiero respirar? ¿necesito respirar? y pienso en llamarte pero mis dedos son mucho más orgullosos que yo, y grito tu nombre pero solo salen pompas sordas de sangre cuajada que, por supuesto, no te llegan, nada te
llega aunque no seas sorda, ni ciega.

Nada te llega porque la vida me ha hecho tímido, arrogante, hermético, desconfiado… pendejo. No has sido tú. No he sido yo. Ha sido la vida, ¡no! ha sido la lluvia. Valiente excusa (puta excusa).

Y de seguir así, ahogándome sin llamarte, sabrás de mí por mi obituario (¿qué diría mi obituario?...mentiras, supongo), o por mis comentarios de detectives. Porque te reemputan mis libros de detectives, ¿verdad?, parece repelente cuando nombro a Holmes, a Belascoarán, a Burçak, o a cualquier otro pendejo o deductivo, o inductivo, o terco ¿verdad? Por eso no puedo ni quiero dejar de llamarte, y te llamo:

- ¿Dónde estás?
- En el metro, camino a Chabacano
- ¿A qué hora llegas?
- A las dos y cuarto.

Ni siquiera son las doce. ¿Podré aguantar sin ahogarme hasta entonces? ¿se pondrá mi cara azul? ¿me seguirás queriendo aun transformado en un puto pitufo de un metro setenta? ¿serás capaz de tragarte el agua de mi lluvia? ¿querrás ser el filtro de mis impurezas? ¿será tu sonrisa el sumidero que necesito?

¿Llegarás a perdonarme todo el lodo acumulado?

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