...es ese puercoespín lleno de púas y suaves pliegues. Carajo, estaba enamorado del DF. Otro amor imposible a la lista.Una ciudad para querer, para querer locamente. En arrebatos...
-Hector Belascoarán Shayne-

Sobre el dandismo, flores y un viaje en taxi.

>> martes, 6 de abril de 2010

Subió al taxi con un ramo de flores (flores distintas, apenas media docena, ninguna rosa, ninguna igual a otra, envueltas hasta la asfixia en papel celofán). Traje gris con chaleco, pañuelo color vino y corbata a juego, esencia de Barón Dandy, cabello fino y canoso, ojos profundos, cejas pobladas. Parecía uno de esos galanes de cine en blanco y negro. Extinto y sin embargo imponente.

- Al Café Quijano, por favor - me dijo con voz gruesa (voz fuerte, envolvente, como remasterizada en Dolby Digital).

Durante el trayecto aquel hombre sujetaba con ambas manos el tallo del ramo de flores, lo agarraba fuerte mientras se mordía los labios (cuarteados de tanto usarlos, supuse). Estaba nervioso pero quería no estarlo; aparentar la misma entereza que demostraba su propia voz.

Habría puesto demasiadas esperanzas en su efecto, en la primera impresión visual de aquel ramo (¿tendrá cada flor distinta su propio sentido?), la impresión de ella al tomarlas como gesto ya caduco pero fiel, al fin y al cabo, a su significado. Las flores siempre tendrán ese lenguaje no verbal que dice tanto sin decir nada.

¿Cursi quizás? A él le daba igual.

“El amor es cursi pero yo la quiero, ¿verdad? Prefiero ser cursi a no ser nada para ella. Que interprete sensibilidad bajo esta voz gruesa, delicadeza y blancas intenciones en mis primeros gestos. Besar su mano. Mostrarme atento. Cortés. Hacerla sentir princesa en el marco de un café tan antiguo, con historia, elegido no por casualidad.”

Cuando llegamos ella ya estaba esperándole sentada al otro lado del cristal (unos 60 años, como él, de belleza arrugada, también elegante). Supe que era ella porque los ojos de él se clavaron en su silueta. Luego lanzó un suspiro.

- ¿Qué le debo muchacho? - me dijo ahora con la voz temblando.
- 37 pesos, - dije (qué grotesco suena hablar de cifras en situaciones como esta).
- Tome, tome - me tendió un billete de 50 y se olvidó del cambio. Antes de dárselo ya estaba en la calle, entrando en el Café Quijano, aprovechando la intimidad visual de una columna para arreglarse el nudo de la corbata y adecentar las arrugas del papel de celofán.



(el video, para que se den una idea de que es un Dandy, para todo aquel que no los conoce...y adivinen qué, es Café Quijano XD)

1 comentarios:

Anónimo 7 de abril de 2010, 16:33  

La subiste! ^^
Tú me presentaste a un Dandy aquél día en Coyoacán. Te acuerdas?
Luv ya!

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