...es ese puercoespín lleno de púas y suaves pliegues. Carajo, estaba enamorado del DF. Otro amor imposible a la lista.Una ciudad para querer, para querer locamente. En arrebatos...
-Hector Belascoarán Shayne-

El bar de siempre

>> domingo, 28 de febrero de 2010

No me lo esperaba “Hola hugo, qanto tiempo!! T aptc 1 kfe?” decía el mensaje.

Ese mensaje, repicando en la pantalla de mi nokia, era de Low, una ex a la que no veía desde hace unos tres años. Low y yo mantuvimos una de esas relaciones fugaces pero intensas, apenas un par de meses durmiendo a diario en su cama o en la mía, compartiendo sueños y legañas. Rompimos en mil pedazos por un simple error de forma. Yo era fiel a aquella cita de G.G.M. ("Todos deberíamos tener tres vidas: La pública, la privada y la secreta"), pero ella no supo o no pudo entender la diferencia entre "privada" y "secreta", y ahí acabó todo. Con dolor. Mucho y estúpido dolor.

Poco, muy poco tiempo después de aquello supe, con punzaditas en el hígado, que me había reemplazado por otro (pin…che Facebook), y pues…aquí estamos.

Lo primero que pensé al recibir aquel mensaje fue que había roto con el tipito (pendejo) ese. Me metí en su Facebook y comprobé que, efectivamente, ya no estaban esas carpetas de Viajes, Iztacala y Aniversarios donde aparecían juntos (las había borrado), y su estado volvía a ser el de "soltera" en busca de "amistad".

Entonces guardé mi corazón podrido de orgullo en la cartera y respondí:
Ok, a las ocho en el bar de siempre”

Me contestó al instante:
“ahí estare”

Cuando llegó la hora detuve el coche frente al bar. Allí estaba ella, al otro lado del cristal, tomando una cerveza y fumando (¿no lo había dejado?). Tan guapa como siempre (¿y si me invitaba a la boda?). Desde el volante, clavado en su imagen, comencé a recordar nuestras noches de sexo tibio y genial, de cuerpos como mapas sin brújula y de bostezos felices cada mañana siguiente (en realidad se llamaba Lourdes, pero yo la llamaba Low por sus "bajas" pasiones, en lugar de Lulú). Y pensando en esto, de súbito, me entró el pánico. Podría volver a pasar lo mismo, pensé. ¿Cómo sería el sexo tres años después de aquello?

Arranqué el Cooper y… encontré lugar dos o tres autos enfrente. Salí del coche y me dirigí a la puerta, pensando. Penetrarla habría sido como insertar una tarjeta de memoria en su correspondiente ranura, no me acobardaría por eso. Demasiados recuerdos…¿importa?

Entré al bar, desde su espalda alboroté su cabello y tome asiento. Me beso. La dinamita estaba encendida.

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