...es ese puercoespín lleno de púas y suaves pliegues. Carajo, estaba enamorado del DF. Otro amor imposible a la lista.Una ciudad para querer, para querer locamente. En arrebatos...
-Hector Belascoarán Shayne-

Pronombres (Él y ella, solo una historia)

>> sábado, 24 de octubre de 2009

Un impulso lo hizo girar 169 grados, y vio como ella se alejaba con el pequeño y abultado paquete entre las manos, pasándolo nerviosamente entre ellas y tirándolo al cubo de basura más próximo…

La noche anterior había hablado con ella (si se le puede considerar “hablar” a teclearse bites con miles de metros de distancia), fue…fue…fue raro. Palabras dichas fuera de tiempo (muy lejos del tiempo en que se debieron haber dicho), evasiones fallidas, heridas expuestas, lagrimales apenas controlados, golpes en la pared, integridad recuperada,. Ahí, en lugar de amor, había un vacio; en lugar de calor, había frio húmedo en la terraza de él; en lugar de esa vieja coraza había un alma desnuda recibiendo arañazos con el fin de volverse inmune después de mil heridas.

Hacia el inicio del siguiente día todo estaba en calma, las gotas en el techo tocaban melodías naturales, la charla ya no le atormentaba, vivía una dimensión diferente, un grado de libertad diferente. Y, como a cualquier persona que trabaja o estudia en el día, el sueño lo termino venciendo cerca de las cuatro de la mañana.
Despertó junto a los rayos del sol y con algo atravesado en la cama. Buscó con la mano detrás de su espalda algo que pudiera estar ahí y que le moliera la espalda, no sintió nada. Salió de casa al filo de la hora. En el transporte siguió sintiendo algo, en el metro, al caminar, tenía algo en la espalda, lo sabía pero no lo podía ver ni tocar. Tomó clase con la misma sensación en la espalda. Al terminar, enfilo los pasos hacia la tercera facultad de la derecha con un paquete de volumen inversamente proporcional al objeto (material) que contenía. La llamó, entregó el paquete y se dio la vuelta.


…Él lo notó, por segunda vez dio la vuelta y comenzó a caminar hacia las escaleras, moviendo la cabeza de lado a lado con una sonrisa dibujada en los labios. Fue entonces, bajando las escaleras y caminando unos metros, cuando las vio: en aquel cristal de Arquitectura (el cuarto de izquierda a derecha, estrellado en el extremo superior derecho), era su reflejo…con un par de alas cafés manchadas de blanco en la espalda. Sonrió maravillado y las desplego, las tenía de nuevo. Corrió hacia un puente peatonal alto y se lanzo contra la corriente automovilística, elevando el vuelo antes de llegar a ella. Voló toda la tarde, gritó, rió, disfrutó cada minuto. Aterrizo en el metro, acicalo cada pluma y se cubrió con ellas en el viaje de regreso.

Epilogo:
Mientras él redescubría su libertad y volaba sobre las instalaciones, ella esperaba su partida. Una vez confirmado el hecho de que él no regresaría, se excuso y salió de clase. Camino hacia el cubo donde hace unos minutos había tirado aquel sobre amarillo e inicio la busqueda. Unos minutos ( y muchas manchas de mugre en el sueter) después, lo encontró, pero ya no se veía como cuando lo tiró, el peso era el mismo pero el volumen había disminuido, algo había salido. Al abrirlo descubrió un pedazo de tela enredada y un espacio que ya nada llena.

1 comentarios:

Anónimo 24 de octubre de 2009, 12:38  

Dime mi niño ¿Que se siente volar? Me alegra que estes feliz y hayas dejado definitivamente a esa chica. Lo de mas lo sabes perfectamente

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